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1 de diciembre de 2011

Primera parada: Barcelona

Merece la pena pegarse una paliza de coche cuando al llegar conoces gente increíble.

Teníamos una semana de vacaciones y nos liamos la manta a la cabeza, una locura transitoria de estas que se dan muy de vez en cuando, y decidimos hacer una triangulación por todo el norte de España.

Primera parada: Barcelona
Además de visitar una ciudad que teníamos muchísimas ganar de descubrir, la ciudad Condal nos deparó una gran sorpresa.... No vamos a dar sus nombres pero saben que nos referimos a ellos; una pareja deliciosa y encantadora, gente que merece la pena conocer y disfrutar.
Llegamos tarde a Barcelona, sobre las 19h, pero ya nos estaban esperando en la Plaza de Colón. Tras un breve saludo les seguimos en el coche por las calles de Barcelona y nos llevaron a tomar algo en un local increíble, en Tibidabo, con unas vistas estupendas de Barcelona. Allí tuvimos nuestro primer contacto real y desde el primer minuto ya nos dimos cuenta de que había afinidad y muchas cosas en común, algo imprescindible para nosotros.
Esa noche terminó pronto ya que ellos debían madrugar al día siguiente, pero eso sí, con la sensación de que el día siguiente sería especial así que nos acostamos con ganas de que llegara pronto.
Al día siguiente, tras una jornada agotadora visitando Barcelona, por fin llegó la hora de volver a vernos. Nos regalaron una cena perfecta y, tras tomar una copa en un pub del Born, nos invitaron a guiarnos por el “Training Pedralves” un club liberal de la ciudad.
Tras una fugaz visita por las instalaciones nos detuvimos en la pista de baile a tomar algo y charlar animadamente mientras todos esperábamos que alguno tomase la iniciativa. Fue el juego del hielo el que definitivamente, y tal como dice su nombre, rompió el hielo al pasárnoslo de boca en boca y derretirse en menos de 1 minuto, así que decidimos subir hasta un reservado con una gran cama redonda y allí dar rienda suelta a todas las fantasías que pasaron por nuestras mentes desde el principio de la noche cuando estábamos sentados frente a frente en la cena.
En el reservado Alba y el chico se fundieron en un remolino de morbo y pasión, intercambiando múltiples posturas, sudores y gemidos. Loure y la otra chica se dedicaron a un juego mucho más sensual y delicado, plagado de caricias, besos y miradas en las que se trataba de estimular cada terminación nerviosa de la piel.
Ambas opciones fueron espectaculares, simplemente deseamos volver a verlos.

Si es que merece la pena pegarse una paliza de coche cuando al llegar conoces gente increíble.

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